desolada pasión en la mañana
y sabor infernal en la manzana
y silencio en aquella melodía
que perfumaba los aromos. Día
más día, suma de miradas, vana,
no rezumaba luz en mi ventana,
sino pasos sin pausa de maría
por modos de la ausencia. La visión
era un tenue mucílago de hiedra
sobre el adormecido corazón.
En ojos fuertes la palabra medra,
pero mi anhelo obscuro de pasión
contagiaba mudez, lengua de piedra.
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