descalza de cristal, aguamarina
de los mares hundidos, la neblina
socorre al navegante y le descuenta
de otra luz la visión. Y se lamenta
porque ve demasiado y se ilumina
de más con su fulgor de masculina
llama. Navega navegante y cuenta
las íntimas estrellas de su celo,
las costas del deseo, los cristales
de ver enamorado, sin consuelo,
la ausencia luminosa. Pero tales
estrategias ocultan sol y cielo.
Son promesa de furias animales.
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