consagración, el soplo fatuo. Tal
vez era menos mudo el mineral.
Quizá fuera mención, no de maría,
sino de una omisión que se cumplía
como un relato mítico del mal
y del bien. La palabra, casi igual
a las otras, no tiene, no tenía
qué decir de memoria. Frágil, hueca,
sonora, como todas las demás,
sólo se distinguía por la seca
constancia de sus sílabas. Quizás
alguna vez fue símbolo esa mueca
que ahora es el olvido o su disfraz.
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