jueves, 20 de julio de 2017

MODO DE USO


ACTUALIZADO EL 17 DE JULIO DE 2017.

Recomendamos confirmar siempre en los puntos señalados la realización de las carreras, pues suele suceder que se suspendan o posterguen. Un ensayo nuevo: A qué se llama correr. Gracias por los comentarios. Para seguir leyendo: chuzasylechuzas.blogspot.com.ar, y los amigos de http://segunda-voz.blogspot.com.ar/ y http://cosaeviejo.blogspot.com.ar/2015/04/exilios.html.


Pruebas de calle y cross julio y agosto de 2017


Gumersindo corría 
Con la fluidez del viento;
 Un solo movimiento: 
El aire y su alegría.


ACTUALIZADO EL 16 DEJULIO DE 2017




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6 DE AGOSTO  10:00 hs 6 km
DÍA DEL MARATONISTA ARGENTINO
7 de agosto de 1932: Juan Carlos Zabala gana el maratón en los Juegos Olímpicos de Los Ángeles (en la que participa el cordobés Fernando Ciccarelli 17° en 2:55:49)
7 de agosto de 1948:  Delfo Cabrera gana el maratón en los Juegos Olímpicos de Londres)
Celebración en el Parque Sarmiento (largada en el natatorio) con una prueba de 6 km para diversas categorías.
Juan Carlos Zabala
Juan Carlos Zabala
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Delfo Cabrera







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domingo, 16 de octubre de 2016

SOBRE LA MARCHA

La marcha atlética está lejos de ser un consuelo para maratonistas desahuciados y es sin duda la más técnica de las pruebas de fondo; pero es tan generosa que recibe a deportistas incapacitados para especialidades de alto impacto y sólo les pide dedicación y constancia para gratificarlos con sus lauros. Tal es el caso de la mejicana Guadalupe González, que aspiraba a ser atleta olímpica en boxeo, pero a la que una lesión en la rodilla cercenó su sueño, tampoco lo pudo suplir corriendo, como tal vez le hubiera gustado.

 En Méjico la marcha atlética es una disciplina gloriosa, con medallas olímpicas y campeonatos mundiales y allá fue ella, atraída por ese fulgor y fue así que el pasado mes de mayo llegó al Campeonato Mundial celebrado en Roma y se quedó con la medalla de plata, detrás de la china Hong Liu, hazaña que repitió en los Juegos Olímpicos de Río de Janeiro. Podios ejemplares, ya que hay voces que pretenden hacer creer que la marcha es un don para compensar a los europeos de los éxitos africanos –directos o indirectos- en velocidad y resistencia; lo cierto es que por ahora en cuestión de marcha los talentos están bastante repartidos y entre españoles, chinos, italianos, ingleses y rusos se mezclan conspicua descendencia de aborígenes americanos, no sólo de Méjico, también entre otros, de Guatemala, de Colombia y de Ecuador. En este caso es memorable la aparición de Jefferson Pérez

en las Olimpíadas de Atlanta 1996,

y cuando nadie lo esperaba,  le dio a su país la primera medalla de oro olímpica de su historia, y luego estuvo más de una década ganando mundiales y estableciendo  records. Pero, aparte, ahora hay que tener en cuenta que ante la gran competencia que hay  en el fondo y el medio fondo africano, muchos están tratando de abrirse camino con la marcha ¡a no sorprenderse!  Creo que los argentinos tenemos en la marcha una posibilidad más para seguir elevando el nivel de nuestro atletismo: es cuestión de practicar, de informarse, de contribuir a la formación de jueces, ya que hay infracciones, y a las tres penalizaciones sancionadas por tres jueces diferentes (y en el caso de competencias internacionales por jueces de distinta nacionalidad) el atleta queda descalificado. Por último, a los colegas maratonistas, no esperen a lesionarse para practicarla, es muy beneficioso entrenamiento, para cuádriceps, tibiales y gemelos, y contribuye a alargar la zancada; con eso también vamos ayudar para que obtenga carta de ciudadanía y ¿por qué no? llegue a ser popular.

sábado, 5 de diciembre de 2015


A qué se llama correr


Cabe sospechar que en el correr (como en el hablar y tal vez en el pensar) está todo a la vista; no hay nada oculto. Pero hay que mirar, para distinguir y para asociar, y escuchar, prestar oídos, por si algún otro nos dice algo que a nosotros se nos ha pasado por alto: esto es importante, porque si por ahí podemos contemplar nuestros pensamientos y atender a nuestras palabras y nuestras imaginaciones, no nos podemos ver corriendo, la visión de nuestra carrera depende siempre de un observador externo, de un ojo ajeno: el que corre no se ve correr. No creo que haya un lenguaje del cual pueda derivarse todo lo que se llama hablar ni que haya un pensar que sea suma o esencia de las múltiples actividades a las que conviene el nombre de pensamiento, y del mismo modo, veo que correr es una multiplicidad de gestos y de intenciones que no puedo resumir en un concepto, y ni siquiera en dos, aunque puedo en trazos gruesos separar el correr de quien lo hace en busca salud, del de quien busca salud para correr. Se pueden describir con mayor o menor detalle diversos movimientos a la los que se llama correr y enunciar algunas intenciones, pero difícilmente se pueda dar un inventario completo de los mismos; eso sin considerar todavía el uso metafórico de la palabra y sus derivados, a los que sin duda hay que dar algún lugar, ya que de una manera u otra lo cierto es que  estamos en carrera mientras no se diga de nosotros y sin nosotros que no corremos más. También está el correr por correr, ni por esto ni por aquello, el aspecto puramente estético –estésico, sensible-, la percepción infantil, casi siempre placentera y nunca o casi nunca con un fin determinado, el simple y alegre correr por correr. Los padres, los maestros y los médicos podrán aturdir enumerando los beneficios, los peligros y los perjuicios de correr, pero ninguno de sus comentarios toca siquiera de refilón los ágiles movimientos de la criatura que se desplaza sin ton ni son de un lugar a otro en busca de esa primigenia sensación.
 Hablar, adquirir el correlato perceptible a simple vista (o mero oído) del pensamiento, quizás su mayor estímulo o su género más notorio, es una tarea social, un aspecto de la educación. Los legendarios “niños del bosque” ( salvo Tarzán, que tuvo el privilegio de ser una ficción) y Kaspar Hauser  no desarrollaron lenguaje hasta no encontrarse con otros humanos. Y algo más: también debieron aprender a caminar, a tornarse eficientes bípedos implumes, según el pedagógico ejemplo de sus semejantes. Ergo, aprendemos a correr, correr forma parte de nuestra crianza, de nuestra educación. Los biomecánicos hablan de un obstáculo de diseño: la infraestructura humana no está hecha para andar sobre su par de extremidades posteriores: se trata de una adaptación evolutiva, que trajo algunas ventajas, como dejar las manos libres, para saludar o para tirar piedras. Y pese al paso de los siglos no se desarrolla sin ejercicio. La universalidad del correr es una universalidad adquirida, no compulsiva: tenemos la capacidad, pero no la necesidad; por eso, tal vez, nos encontramos con una insólita variedad de maneras de correr y cada una remata, se expresa, en un estilo personal. Es posible que el estilo se tenga por defecto, pero cualquiera sea, siempre es posible perfeccionarlo. La educación, el aprendizaje, es permanente. Correr, al igual que hablar,  es síntoma y signo de vida. Y tiene el carácter de una invitación, solicita compañía, y acaso compañía solícita.

 Para el público de nuestros días, las carreras por antonomasia son los 100 metros llanos y el maratón, los 42,195 km.. Cuando comencé a interesarme por el atletismo la situación era similar, aunque tal vez no los motivos. En los 100 metros llanos descollaba Armin Hary, un alemán que había irrumpido como el primer hombre en correr los 100 metros en 10 segundos  en Zurich el 21 de junio de 1960 y fue el favorito ganador de la prueba en las Olimpíadas de Roma celebradas en septiembre de ese año; en el maratón mi interés en un comienzo fue acaso puramente local, ya que nuestro comprovinciano Gumersindo Gómez fue representante de Argentina en Roma, donde el etíope Abebe Bikila, descalzo, gano el oro y la fama. ¡100 metros y 421,95 veces 100 metros! Se llama correr lo que se hace en un caso y en otro: se nombra corredor tanto al jamaiquino Usain Bolt, 1,95 m. de estatura y 94 kg. de peso que corrió 100 metros en 9,58 segundos, como  al kenyano Dennis Kipruto Kimetto, 1,71m. y 55 kg  que corrió el maratón en 2 horas 2 minutos y 57 segundos..  Y los dos tienen derecho a ser llamados corredores y a llamar correr su actividad destacada: mi intención es hacer notar que con las mismas palabras se denominan quehaceres muy distintos y la preparación para cada uno de ellos es por demás diferente. Sin embargo, no son los únicos, ni son los extremos; más allá del maratón los ultramaratonistas cubren distancias cada vez mayores, 100 kilómetros, 100 millas, etc., etc., y más acá de los 100 metros hay pruebas de 50 o 60 metros, y aún carreras informales más cortas, y aunque entre variantes próximas las diferencias físicas no son (tan) notorias, son raros los casos en los que un atleta destaca simultáneamente en más de dos pruebas afines; de ahí la dificultad, por ejemplo, para pactar una carrera entre un corredor de 800 metros y otro especialista en 100 metros. Se pueden imaginar competencias más cortas,  5 o 10 metros donde probablemente se verían cuerpos más parecidos a los de los levantadores de pesas, dada la explosividad requerida en su deporte, que a los de ningún corredor.

No es fácil averiguar  lo que uno hace cuando corre ni cuál es la distancia recomendada para cada uno, incluso es difícil saber cuánto hay de ‘natural’ y cuánto de ‘cultural’ en la conformación de un cuerpo: se puede decir, quizás, que se trata de factores epigenéticos, inducidos por la geografía, las costumbres, la educación y el estrato social. La proporción entre tipos de fibras musculares dice ser decisiva: el hombre que corre distancias cortas necesita ‘fibras rápidas’, amén de otras llamadas ‘explosivas’, todas ellas consumidoras de glucógeno en esfuerzos predominantemente anaeróbicos, mientras que el buscador de mayores distancias utiliza en mayor grado ‘fibras lentas’, alimentadas por la combustión de las grasas en esfuerzos principalmente aeróbicos. Aquel ‘toma aire’ antes y después de la carrera hasta un noventa por ciento o más de su consumo, su frecuencia cardíaca aumenta una vez finalizado el sprint; este repone el setenta por ciento o más del oxígeno mientras desarrolla su actividad, y si acaso su pulso se torna más rápido luego de alcanzar la meta es porque ha finalizado con una aceleración en los últimos metros. En esto parece haber un condicionamiento genético, pero se puede discutir, pues también se han observado o postulado ‘fibras neutras’ oportunistas que se transforman en estas o en aquellas según las exigencias del entrenamiento; o de la vida.
Daniel Vera,
Córdoba, 2015.
(Publicado en septiembre de 2015 en el número 57
de la revista Deodoro de la Universidad Nacional de Córdoba) 

lunes, 12 de mayo de 2014

Origami


A Gabriel  Yasukawa
Plegador de papel

En pliegues de papel arte despliega
Con delicado acento. Sueños son
De sueño creador y precisión.
Figuras que figura mientras juega.

Azar ni caos ni fortuna ciega
Rigen su rigurosa creación:
Encuentro de belleza con razón
Súbita claridad de cielo agrega.

¿Qué ha de ser si no luz de poesía
Encarnada en papel, que se reparte
En múltiples criaturas?  Y alegría,

Porque sin ella apenas hay baluarte.
Con delicado acento, melodía

En pliegues de papel despliega arte.

miércoles, 1 de enero de 2014

Oitenta e uma Pessoas distintas e um só poeta verdadeiro
         ¿Quién es el poeta? O mejor, ¿de dónde proceden los poemas? Desde tiempos muy remotos, quizás desde el principio, la cuestión ha estado presente en algunas de las tradiciones que me son familiares y por cierto de una manera muy cercana a la cuestión religiosa. El aedo, el vate, el poeta-de-verdad no hablaban por ellos, sino que eran inspirados por una energía superior que prometía verdad, a-letheia, vida sin olvido, a las palabras pronunciadas en ese trance: Canta Musa la furia de Aquiles preludiaba un hipotético Homero. Los profetas judíos también reproducían una voz más poderosa: sólo un blasfemo atribuiría a Moisés las tablas de la Ley. No faltó el escándalo cuando aparecieron, unos por aquí y otros por allá, los falsos poetas y los falsos profetas, gentes ingeniosas o elocuentes, capaces de emocionar o persuadir, pero que no decían la verdad, o lo que se tenía por verdad, y en muchos casos ni siquiera pretendían decirla. Un filósofo los trató de mentirosos y los echó de su autoritaria ciudad, algún jefe de iglesia o de partido los excomulgó o algo peor. Pero, ya con un aire mundano o profano, la Musa, o el Espíritu, vino a salvar a la mayoría y en general se entendió que no eran responsables de lo que decían y se los ubicó en una clase social más o menos prescindible: los artistas, unas veces adorados y otras veces execrados o las dos asimetrías a la vez. Pero a todo esto ya había surgido de otra manera el antiguo problema: el problema del autor. Harold Bloom ha dicho que el autor es una invención del lector para hacer inteligible la experiencia literaria, esto es, hay una mutua dependencia entre lo que se expresa o representa y quien lo expresa o representa: ¿Qué sería un poema de amor sin un autor enamorado? La confusión, acentuada por los románticos, entre el escriba, en su acepción de copista o amanuense, y el protagonista de un poema ha causado más de un malentendido, que ha perjudicado más que beneficiado a quienes son autores y a quien aspira a serlo: son los riegos de una anfibología sostenida en general por la vanidad y a veces por los derechos de autor. Enrique Santos Discépolo, el autor de Yira, yira tenía una gran claridad sobre el asunto y la expresaba en un diálogo con Carlos Gardel (http://youtu.be/PZo4PvJsKs0).  (este tango, dicho sea de paso, le traía muchos disgustos a Tania, su mujer, porque abundaban los aduladores distraídos que la llamaban “la musa de Discépolo”.)
            En el aspecto que me interesa el problema del autor, que no pretendo solucionar, sino apenas describir, es análogo al del nombre propio.  En el uso más común se llama nombre propio una institución jurídica que recoge diversas supersticiones que sostienen un vínculo natural entre el nombre y la cosa, en este caso la persona nombrada. Así, el nombre se entiende como atributo de la personalidad, signo con el que se individualiza una persona en el seno de una comunidad, antes para exigir el cumplimiento de sus deberes que para permitir el ejercicio de sus derechos, aunque se lo considera un derecho fundamental desde el nacimiento del individuo y que se prolonga más allá de su muerte hasta el fin de los tiempos; como sabemos está compuesto entre nosotros por el nombre de pila, cuya denominación alude a la pila bautismal, impuesto por los padres y anotado en el registro civil, distinto de los nombres de sus eventuales hermanos, al que se agrega el patronímico o apellido, que en el caso de las mujeres se exigía modificar para transparentar cambios de estado civil. Dada su importancia el nombre propio es objeto de numerosas garantías, que llegan a sobrepasar la voluntad de su tenedor: se lo considera inmutable, imprescriptible, inalienable, inestimable, irrenunciable e intransmisible. Esto es, no puede ser alterado, salvo excepciones detalladas por ley; su titular no puede dejar de ejercerlo y él o sus herederos pueden reclamarlo indefinidamente; a diferencia de lo que ocurre con las marcas comerciales, no se lo se puede negociar, no se lo puede transferir ni se lo puede cotizar, aunque el ‘buen nombre y honor’ pueda exigir indemnización cuando es mancillado por un tercero; por último no es posible utilizar un nombre ajeno (delito de sustracción de identidad) y, con muy pocas salvedades, no es posible renunciar al que se tiene (como se habrá advertido las características más rigurosas del nombre se aplican con mayor propiedad al tipo y número de documento de identidad establecido por un régimen burocrático impersonal y también que esas características pueden aplicarse a la autoría). Desde un punto de vista lógico el nombre propio es cuestión discutida sin término, y acaso su reducción al absurdo, si no su solución,  la señale el inefable Crátilo, discípulo de Heráclito,  que ante el vertiginoso devenir renunció a las palabras para nombrar las cosas y se limitó utilizar su dedo índice; en suma,  un extremo nominalismo requeriría un nombre para cada cosa y cada parte de cosas y cada clase de cosas, etcétera, en tanto que una completa determinación autoral sensu stricto, con autores-sujetos de poema, en la mayoría de los casos con existencia meramente literaria como Monsieur Teste o Abel Martín, requeriría un autor para cada poema, y aún para cada verso, ya que no hay biografía, salvo la de un dios, Diónysos, capaz de soportar las peripecias y las perspectivas asumidas por un poeta a lo largo de su obra, pero sabemos por el mito que ese mismo dios terminó despedazado; de ahí y de aquí que el nombre de un poeta tenga muchos ecos y no siempre los admiradores de un autor valoren la misma parte de su obra y se detengan ante los mismas entonaciones. Lo ideal, que nunca es lo practicable o lo psicológicamente tolerable, no es tampoco lo posible en las situaciones del nombre y del autor, sería construir mediante números y fracciones de números y clases de números, relaciones unívocas, recíprocas e intransitivas entre las cosas y sus nombres, entre los poemas y sus autores, aunque que el resultado dejaría mucho que desear, porque como alguien notó –creo que fue Bertrand Russell a propósito de un teorema de Cantor- hay más clases de números que números, y, análogamente, hay más autores que poemas, como lo muestra el ingenioso equívoco entre Pierre Menard y Miguel de Cervantes.

 Algunos poetas habiendo advertido la incongruencia entre lo que escribían y sus nombres civiles o religiosos, oficialmente tenidos como sus verdaderos nombres –sus ortónimos- y según  cree una superstición muy extendida, denominadores de quienes verdaderamente son, se inventaron nombres de autores para atribuirles los poemas y dejaron de lado, pudorosamente o no tanto, las partidas de nacimiento o las actas de bautismo para firmar sus creaciones con denominaciones más eufónicas y sugerentes Félix Rubén García Sarmiento, Neftali Ricardo Reyes Basoalto, por tomar sólo dos ejemplos, no sin  diplomacia eligieron respectivamente los nombres de Rubén Darío y Pablo Neruda. El resultado no fue del todo satisfactorio, Darío se vio obligado a declarar que era el mismo que ayer nomás decía versos azules y canciones profanas cuando se convirtió a la vida y a la esperanza y su decir no era, evidentemente, el mismo del mismo, en tanto que Neruda recurrió al anonimato y a un presunto grado de capitán para algunos de sus versos. En estos casos, pese al esfuerzo, no sé pasó del pseudónimo, nom de guerre, y la crítica los asimila a la generalidad  y mesuradamente distingue entre periodos o tendencias de un mismo autor, acaso para evitar el embrollo de postular dos autores para una misma obra, ya que quien dice dos, dice innumerables autores; más bien cada crítico, cada lector, asume el derecho de encontrar a su autor detrás del autor.
 Fernando António Nogueira de Seabra Pessoa intentó otro camino, uno que acabo de enunciar como fantástico: remitir cada creación a su autor, para lo cual se llamó poeta  dramático: “tenho continuamente em tudo quanto escrevo, a exaltação íntima de poeta e a despersonalização de dramaturgo…munido de esta chave pode abrir lentamente todas as fechaduras de mina expressão…como poeta sinto…como poeta dramático, sinto despegando-me de mim…como dramático (sem poeta), transmudo automáticamente o que sinto para uma expressão alheia ao que sentí, construindo na emoção uma pessoa inexistente que a sentisse verdadeiramente, e por isso sentisse en derivação, outras emoções que eu, puramente eu, me esquecí de sentir”. Los nombres de estas personas –estas pessoas- Álvaro de Campos, Alberto Caeiro y Ricardo Reis son las más conocidas pero en un artículo de la Wikipedia se enumeran hasta 81 y podrían postularse más,  “estes nomes, não são pseudónimos, representan pessoas…que devem ser consideradas como distintas do autor delas. Forma cada uma uma espécie de drama…É um drama em gente, em vez de em actos.”. De la figura shakespereana a la comparación con Shakespeare hay apenas un paso: “Isso [a obra de Caeiro, Reis, Campos et alia] é sentida na pessoa de outro, é escrito dramáticamente, mas é sincero (no meu grave sentido da palavra), como é sincero o que diz o Rei Lear, que não é Shakespeare, mas uma criação dele.”  
Un breve excursus sobre el no ser seudónimos de tales nombres, a los que se conoce como heterónimos, antes de volver a Shakespeare,  y por intercesión de Borges, a la salida poética sub especie teológica que ensayo asignar a Pessoa. La heteronimia, tanto en español como en portugués, es la formación de género por palabras de raíz diferente: hombre-mujer, toro-vaca. Heterónimo como sustantivo es rápidamente asimilado a seudónimo por el diccionario de la Real Academia, en tanto que el Dicionário Aurélio da Língua Portuguesa incluye un artículo que resulta muy adecuado para mis fines:”Outro nome, imaginário, que um homem de letras empresta a certas obras suas, atribuindo a ese autor por ele criado qualidades e tendencias leterárias próprias, individuais, diferentes das do criador” esta acepción de la palabra:”parece haber começado a circular após o surgimento de F. P, (1888-1935) . que, além de usar o próprio nome en diversas produçoes, muitas assinou com os nomes A de C, A. C., R. R., e outros, poeta cada um de estes, de características bem individuais, tanto nos meios expresivos quanto na substancia, e até com biografías, curiosamente inventadas por F. P. Nessa diferença de características entre as obras das criaturas e a do criador é que reside a dintinçao entre o heterónimo e o pseudónimo.”. En efecto, seudónimo se dice de un nombre llamado falso que oculta uno considerado verdadero, pero el heterónimo también se opone al alias  [Al Capone, alias Cara Cortada, Duns Scotto alias Doctor Sutilis), y al hipocorístico, por imitación al lenguaje de los niños pequeños, Goyo por Gregorio, Toño por Antonio, a veces difíciles de reconocer como Pepe por José o Pancho por Francisco, y otras veces aplicados a diversos nombres, como Cacho, que lo he conocido aplicado a Oscar, a Jacinto, a Carlos y a algún otro; todos estos tienen la pretensión (o el inconveniente) de ser diferentes denominaciones del mismo sujeto o de los mismos sujetos: heterónimo, tal como lo interpreto en este contexto no es “otro nombre”, sino “nombre de otro”, nombre propio de otra persona, aunque imaginaria. La aspiración de Pessoa era distinguir mediante el nombrar, dada su confianza en el poder instaurador del lenguaje:
Saudades, só porugueses
Conseguem sentí-las bem,
Porque tem essa palabra
Para dizer que as tem.

Supongo que muy pronto se dio cuenta de la dimensión irrealizable de su proyecto y comenzó a elaborar otra estrategia, quizás alguno de esos autores tomó el camino de la despersonalización y lo fue llevando al extremo. Borges en un ensayo publicado en 1952, De alguien a nadie, recuerda, a propósito de Shakespeare, el devenir de los nombres de Dios, desde el plural del comienzo, Elohim, los dioses, “plural que algunos llaman de majestad y otros de plenitud y en el que se ha creído ver un eco de antiguos politeísmos o una premonición de la doctrina declarada en Nicea, de que Dios es uno y es tres” (OC II 115) hasta que un autor desconocido del siglo V, nombrado en las bibliografías como Pseudo-Dionysios, por habérselo confundido siglos más tarde con Dionisio obispo de Atenas, seguidor de San Pablo, llamado Areopagita, por haber escuchado la prédica del apóstol en el Areópago, postuló la imposibilidad de una atribución nominal a Dios. Para Borges esto que  llama magnificación de la nada, es propio de todos los cultos y se transparenta en el caso de Shakespeare, quien para Coleridge ya no es un hombre sino “una variación literaria del infinito”.
Sospecho que para Pessoa, para uma de suas pessoas, “ o para más de una, “a vida e feita de nadas” y así Alvaro de Campos escribía:
Não sou nada.
Nunca serei nada.
Não posso querer ser nada.
À parte isso, tenho em mim todos os sonhos do mundo.
Esto es, que la despersonalización –advertida al comienzo como la posibilidad de impostar otras personas, de representar un poeta que escribía mejor que Pessoa y otro que escribía peor, de multiplicarse y henchir el de por sí copioso mundo de la poesía- esa despersonalización llevada al extremo, cuando dejaba de ser Pessoa y cualquiera de sus otras pessoas le permitía tener ‘todos los sueños del mundo’, le permitía ser el autor de todos los poemas. Quiero decir que esta nihilización no era un descenso o una privación, sino más bien una exaltación, un supremo e inquietante ascenso: tenemos la tendencia a hablar de ‘la’ nada, como si fuera una cosa más, una cosa degradada y mísera, pero la teología negativa dice que Dios no es una cosa y el humanismo existencialista cuando se niega a naturalizar o esencializar al hombre, dice que el hombre no es una cosa. Pessoa, con gestos diferentes pero con idéntica pasión a la del Nietzsche de Nehamas, trasponía así el frágil mundo de las criaturas de carne y hueso y se escribía o inscribía en la leyenda, en lo que es dado a leer, literatura. Voy a seguirlo en unos pocos poemas que sus editores ubican entre los inéditos l930 a 1935.
No encuentro en Pessoa ingenuidad ni locura, pero sí ironía:
Ja ouvi doze veces dar a hora
No relógio que diz que é meio-dia
A toda gente que aquí perto mora
(O comentario é de Camões agora:)
“Tanto que espera! Tanto que confía!”
Como o Camões, qualquer podía
Ter dito aquilo, até a outrora.

E ainda é uma grande coisa a ironia.

            En las viejas retóricas se llama a la ironía ‘inversio’, y se estipula que el ironista quiere decir lo contrario de lo que dice, mecanismo con el cual en apariencia desarmamos la ironía, pero que en rigor nos hace sus víctimas. Lo más que se puede afirmar de la ironía sin caer en sus redes es que sugiere algo distinto de lo que dice, y en eso se parece a la metáfora, quizás con el agravante de que es regularmente más difícil identificar un uso irónico que un uso metafórico de una expresión. Y esto entraña un doble riesgo, para el autor, de que se tome por ironía lo que dice en serio y viceversa, y para el lector el tomar por serio lo irónico y viceversa. Pero a la vez la ironía es un refugio seguro, pues cuando decimos una estupidez demasiado grande podemos decir que estamos ironizando, por tantas veces que nuestras ironías pasaron inadvertidas y quedamos como estúpidos. Aquí sólo cabe aplicar el principio de caridad y suponer lo mejor para el autor que estamos suponiendo.  En la poesía, en la ficción, no hay límite entre lo real y lo posible y ni siquiera entre lo imposible y lo necesario: estas distinciones atañen al mundo del sentido común, al mundo de la práctica, y al mundo de la ciencia. Los efectos poéticos pueden lograrse por simular cualquiera de los mundos o por apartarse rigurosamente de todos:
Sou um evadido.
Logo que nasci
Fecharam-me em mim,
Ah, mas eu fugi.

Se a gente se cansa
Do mesmo lugar,
Do mesmo ser
Por que não se cansar?

Mina alma procura-me
Mas eu ando a monte,
Oxalá que ela
Nunca me encontre.

Ser um é cadeia,
Ser eu não é ser.
Vivirei fugindo
Mas vivo a valer.
Esta declaración es equivalente a la declaración de Platón, gran ironista, discípulo del acaso máximo ironista, quien escribió que en ninguno de sus textos se enunciaba la filosofía platónica. Aquí Pessoa nos advierte que el está en otra parte, siempre en otra parte, nunca aquí. O como escribió otra de sus pessoas, Bernardo Soares, es ‘verdaderamente el centro que no existe sino como convención en la geometría del abismo’. Este no ser, que no es tampoco ser algo que no es, acaso sólo pueda expresarse con la retórica de Plotino, quien decía que el Uno no era ser ni no ser porque como sujeto estaba en un nivel distinto que el predicado.  Entiendo que la ‘despersonalización’, la ‘nihilización’ está íntimamente ligada a la creación (Mallarmé decía que la destrucción había sido su Beatriz). Esto es, no hay creación sino es a partir de nada. Según Juan David García Bacca, Dios, antes de crear el mundo, hubo de crear la nada, pues de lo contrario no habría habido lugar para el mundo: esta figura del vaciamiento se denomina en retórica kenosis, y es explicado por Harold Bloom:
    Término derivado de la discusión en torno al sentido de la frase contenida en Filipenses 2:6: “Él, que era de condición divina, no consideró esta igualdad con Dios como algo que debía guardar celosamente: al contrario, se anonadó (ekenosen) a sí mismo, tomando la condición de servidor y haciéndose semejante a los hombres”. En cierto sentido, la kenosis es Dios menos algo: Dios se sustrae algunos atributos de la divinidad para convertirse en hombre”
La novedad instaura ser, es ontológicamente enriquecedora, pero para habitar en un mundo henchido y rebosante, debe procurarse un nicho, un agujero.  ‘Pessoa’, persona, es en su origen máscara. El poeta dramático para ponerse la ‘máscara’ de sus criaturas, sus outras pessoas, debe quitarse siquiera metafóricamente la propia, en el ejercicio se da cuenta de que ese quitar no lo empobrece. Todo lo contrario:
Quero, terei—
Se não aquí,
Noutro lugar que inda nao sei.
Nada perdí.
Tudo serei.
El juego es literario, es poético, pero es también vital –pero de esa vida paradójica, que en términos de Rimbaud “está en otra parte”:
O poeta é um fingidor
Finge tão completamente
Que chega a fingir que é dor
A dor que deveras sente
E os que lêem o que escreve,
Na dor lida sentem bem,
Não as duas que ele teve,
Mas só a que eles não têm.
E assim nas calhas de roda
Gira, a entreter a razão,
Esse comboio de corda
Que se chama coração
.
Tal vez he enredado en demasía la cuestión. Intentaré salir del laberinto apelando a una terminología aristotélico-escolástica, donde el principio de individuación no es la materia sino otra forma: el alma individual o personal, lo que coronaré con un texto de aquel pseudo-Dyonisios que antes mencioné. Pessoa o quien sea, el amanuense o escriba, es la causa eficiente de los poemas, estos tienen además una causa formal individual, que es éste o aquél de los nombrados por los heterónimos; en la multitud, la persona de Pessoa es una más entre las personas de los personajes de Pessoa, y es inevitable preguntarse por la causa de las causas formales, por la causa última o primera, esto es, preguntarse á la Borges ¿qué Dios detrás de Dios la trama empieza de polvo y sueño y sombra y agonías?. Es entonces cuando acudo al falso areopagita:
"Todavía más arriba, en la ascensión, decimos de ella, la causa universal, que no es alma ni espíritu; no se le atribuye ni imaginación, ni opinión, ni razón o pensamiento, ni se puede equiparar con la razón y el pensamiento, ni puede ser dicha ni pensada. No es número, ni orden; ni magnitud, ni pequeñez; ni igualdad, ni desigualdad, ni semejanza ni desemejanza. No tiene un lugar fijo, ni se mueve; no reposa. No se le puede atribuir potencia, ni es idéntica con la potencia, ni con la luz. Ni está viva, ni es idéntica con la vida, ni con la luz. No es Ser, ni eternidad, ni tiempo, ni puede ser comprendida ni conocida por el pensamiento; ni puede ser equiparada con la verdad, ni con el poder, ni con la sabiduría. No es ni uno, ni unidad, ni divinidad, ni bondad; tampoco es espíritu en el sentido en que entendemos esta expresión, ni puede ser equiparada con el hecho de ser hijo ni con el de ser padre, ni con ninguna otra cosa, ni con ningún otro ser del que podamos poseer conocimiento. No pertenece ni al ámbito de lo que no existe, ni al de lo que existe. Se sustrae a cualquier determinación, denominación y conocimiento. No puede ser equiparada ni a las tinieblas ni a la luz, ni al error ni a la verdad. No se le puede atribuir ni dejar de atribuir nada."
O resumido todo en un poema del Poeta:
Que suave é o ar! Como parece
Que tudo é bom na vida que há!
Assim meu coração pudesse
Sentir essa certeza já.

Mas não; ou seja a selva escura
Ou seja um Dante mais diverso,
A alma é literatura
E tudo acaba en nada e verso.

Muchas gracias.

Daniel Vera,

Córdoba 2013

martes, 1 de enero de 2013

PERÍFRASIS GRIEGAS




perífrasis griegas
(Corregidas y aumentadas)



Daniel Vera
Córdoba 1981-2001

(Venus, escultura de Miguel Ángel Budini)

Nimio de Anquín (1896-1979)[1]



Pensaste lo más hondo. Nada más
Y nada menos: hombre por ser hombre
Que busca y ha buscado inmóvil nombre
De Esfera para siempre sin jamás.

Siendo aprendiz constante de razones
-Razón de ser estrella o de ser rosa-
Tu pensar ilumina cada cosa
Y despoja de sombra sus visiones.

Transcurrió señalado tu destino
De noches en vigilia. Tu esperanza
Fue minuciosa trama de templanza
Con amor por verdad hecha camino.

Tu vida hace sentido. Paradigma
Que entre ciegos nosotros es enigma.



 Quienes se acercan a la filosofía, aunque carezcan –como yo- de formación helenística, no pueden dejar de ser asombrados y seducidos por los primeros pensadores, aquellos griegos que dieron lugar al milagro de la razón. Este amor, en mi caso, está íntimamente ligado al nombre de don Nimio de Anquín, elevado filósofo y maestro, cuya vocación mayor acaso haya sido presenciar entre nosotros un alumbramiento idénticamente original. No ignoro que mi visión de este ciclo espiritual –que propongo sin atinencia cronológica- es distinta de la suya. Su ánimo, siempre abierto a la eternidad, hubiera preferido a Parménides como clave última del círculo; el mío, en cambio, apremiado por la irremediable finitud de la condición humana, halla el fondo del enigma en Jenófanes. Esta discordia de pareceres no alcanza, sin embargo, para inhibir mi corazón, el cual protege su gratitud con la sentencia de Heráclito acerca de la armonía oculta y superior a la visible.

D. V.
Córdoba 1981



 THALES

Tiene principio de Agua cada cosa.
De mar toman sustento cielo y tierra
Y mar en horizonte se abre y cierra.
Nace de mar, vorágine preciosa,
Afrodita: mujer, amor y diosa.
Agua nutre de sueño venturoso
Aire sin tierra, fuego sin reposo.
Agua es embarcación, y navegante
De dolor va por lágrima acezante
Hacia fuente de júbilo gozoso.


 ANAXÍMENES

Aire, que por ser Aire no confina
Con otro, pone término y también
Comienzo a lo demás. Es Aire ¿quién
O qué? naturaleza determina
Y común con su nombre denomina.
Aire, no más, vejez y juventud
Respiran en creciente magnitud;
Son tiempo y movimiento que regresan
De círculos eternos y progresan,
Por Aire hacia su propia infinitud.



 PITÁGORAS

En diez se cifra Número perfecto:
Diez es cuatro más tres más dos más uno.
Impar y par son dos y son ninguno.
Porque Número cifra sin defecto
Luz de causa sin causa y tiene efecto,
Ya que Número nombra cada cosa
Por origen y fin. Es armoniosa
Razón de ser: es Número y medida
De Cosmos y de Caos, muerte y vida.
Poema no hay sin Número. Ni prosa.


 ANAXÁGORAS

Aunque indecisa aún, Inteligencia
A caos inicial por ley desplaza
Y materias entrópicas enlaza
Con forma ansiada y lógica de ciencia.
Espíritu que sopla, hace consciencia
Tanto vaho sutil y nebuloso,
Y manifiesta cosmos con precioso
Rigor. Inteligencia da noticia
De pura luz sin sombra y por justicia
Penetra en torbellino tumultuoso.


ANAXIMANDRO

Medida nace entonces de lo Inmenso.
Razón es, sin razón, razón primera
Y última y, por lo tanto, verdadera.
Origen y fin pleno pero denso
Une voz y sentido con intenso
Vigor para saber, no ya noticia
Ni esencia todavía, que se inicia
Y culmina fatal en ciega bruma
Todo lo que visible se consuma.
Además de razón, también justicia.


PARMÉNIDES

Es imagen de Ser esfera clara
Y leve por idéntica y por una.
Se dice su metáfora de luna
Cuando en noche entre noches muestra clara
Plena y falta simbólica no ampara.
No obstante aquella esfera no se afecta
Con discurso ni sombra: no proyecta
Ninguna división, ningún abismo,
Porque ella es –fue y será- siempre lo mismo:
Eterna, Inmóvil, Única, Perfecta.



ZENÓN

Ninguna flecha alcanza su destino.
Y no alcanza veloz y ágil Aquiles
Lenta tortuga vil de pasos viles.
Así es ser pensamiento y ser divino
Según pensado ser y dios y sino:
Único Ser unívoco que nombra
Palabra verdadera. Pero asombra
Vanos hombres aquello que se piensa
Con lógica más clara y más intensa.
Y quedan en no ser, en mera sombra.


 HERÁCLITO

En oculta razón luce armonía
Mejor. Ritmo secreto liga y niega
Nombres opuestos: evidencia ciega
De noche que fecunda sol y día.
Pesar disfraza levedad y guía
Obscuro verbo por sendero claro
Hasta dicho de aquel común y raro:
Por inconstante río todo fluye
Y ser en nada y nada en ser diluye
Y hace de mi palabra luz y faro.



 JENÓFANES

Quizás acierte, pero no por clave.
Ocultos dioses niegan esa suerte
A numerosa vida y sólo muerte
Da con causa o razón que sea llave
Común de mar y pez y cielo y ave.
A dios humano niega su congoja
Pues quien ante ficciones se despoja
De prudencia, por crédulo y profundo
No toca la verdad de ningún mundo.
Misterio su saber. O paradoja.



 Addenda

SÓCRATES

Sólo sé que no sé. No es paradoja.
No es tampoco modestia ni ironía.
Saber mi no saber es cosa mía
Y de sabio adversario que se enoja
Y no oculta su ira o su congoja
De no saber que ignora meta y ruta.
Mi demonio es muy hábil y disputa
Contra quien dice ser mucho más diestro.
Por eso, uno me llama su maestro
Y otro me da alabanza de cicuta.


GORGIAS

Naturaleza no hay, sea cualquiera.
No hay ser y no hay no ser y no hay no ser
Y ser; y si lo hubiera, conocer
No se podría modo ni manera
De su ser o no ser: si se pudiera
No podría decirse. Por lo cual
No hay esencia ninguna natural
Finita no finita ni infinita
Ni grande ni mediana ni chiquita
Ni primera ni quinta ni final.



VEINTE AÑOS DESPUÉS

                El tiempo, antes de gastar definitivamente las cosas, las
hace más sutiles. Corrección tras corrección han afinado durante todos estos años aquellas Perífrasis Griegas  y han vuelto menos ásperos sus rasgos de emociones intelectuales. La armonía, tal vez un hábito del oído, es ahora más aparente que entonces, pero también lo es el hecho de que a través de ellas me estaba divorciando de Melpómene y trataba de seducir a, o consolarme con, Terpsícore y Talía (yo siempre me he reído con una t golpeándome los dientes), y si no, ahí están las estrofas agregadas a cuenta de Sócrates y Gorgias, que trocaron el misticismo epistemológico de Jenófanes por un culto algo más secular y ‘desontoteologizado’  del humor y la ironía. No sé como hubiera visto don Nimio de Anquín este desplazamiento hacia la ligereza y la comedia, pero creo que no los consideraría incompatibles con los sueños del ‘inmerfort Lernende’. No todo ha de ser pesadilla y rigor y tendría gracia que nada lo fuera.


21 de junio de 2001.